La del tatuaje en la espalda

El olor de su cuerpo impregnado en mi abrigo invadido por el olor a tabaco. Ella se enamoró de mí y yo de la rapidez con la que ella se desnudó. Recuerdo muy poco de ese primer encuentro, recuerdo el tatuaje en su espalda, su ropa interior negra de encaje y su cabello castaño. Fue tan casual como se pactó desde un principio, una cita de dos viejos conocidos que no se hablaban en años. Le pregunté su nombre, quizás por curiosidad o más que todo por cortesía, al menos eso le debía. «Mariana» – contestó sin embargo, su vida personal, sus anhelos, sueños, visiones, planes y demás no eran de mi interés; si así lo fuera estaría seguro que sería una más de las que irremediablemente me enamoro, por cuestiones de segundos o incluso años, redactando estúpidos párrafos en prosa, poemas sin más sentido que tener una vez más el roce de su piel contra la mía.

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Ella fue diferente, su apartamento pequeño y acogedor, música de elevador que se escuchaba de fondo, «¿Quieres una cerveza?” – preguntó, y yo sin dudarlo acepté a la primera. Era mediodía del día más caluroso del mes de noviembre y el alcohol siempre me ha agilizado las cosas. Traté de iniciar una conversación tan vana como las razones que nos habían llevado ambos a estar acá sentados en este apartamento a media luz, sin más que desear que las horas pasaran sin pretender ir más allá.

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Cruda y áspera realidad. Yo solo la quería ver desnuda y ella quería un poco más de mis pretensiones, de mis preguntas, como si en verdad me importara a donde se iba a viajar el próximo año o los problemas con su madre y como llevaba más de siete años de no hablar con su padre. Me tomé la cerveza tan rápido como llegó la segunda y así la tercera, luego ella se acercó y me dijo, «se hace tarde» como si estuviésemos en un horario y su hora de salida se acercaba. De ella recuerdo muy pocos detalles, recuerdo su nombre, su olor y su tatuaje en la espalda, su cabello castaño, también recuerdo que luego de la última noche juntos, ella sin saberlo que sería así, me dijo «espero verte pronto» como un presagio que tuvo luego de nuestro último beso, así me marche sin ver atrás y sin volver a cruzar con Mariana, la chica castaña del tatuaje en la espalda.

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