Quizás era la lluvia de Setiembre o inclusive algo tan cotidiano como el noticiero nocturno, esa realidad que no se deja ver entre las líneas, es simplemente el pasar del tiempo. En cuatro años se llegaron a conocer cada una de sus manías, cada una de sus carencias, cada una de esas cosas que solo con el tiempo se aprenden sin nada poético, nada utópico, simplemente con la pequeña hazaña que es hoy en día el vivir. Todos los días empezaban a la misma hora, las mañanas como sus mismas vidas estaban cargadas de una sagrada rutina…(hasta los besos sabían igual) el mismo café amargo y cargado que dejaba un sin sabor, pero qué más da, el sabor sigue siendo igual, cada uno asumía sus respectivos roles dentro de esa rutina, como los actores de una vieja serie televisiva que se negaba a morir; Se saludaban y despedían dentro del protocolo, tal y como se esperaba.
Una mañana de tantas cruzando la avenida central, Federico que acababa recién cumplir sus cuarenta años, pensaba en aquellos días donde aún existía la magia o por lo menos trataba de creer en ella, esos días donde el cosquilleo en su estómago aún estaba presente, donde ansiaba el final de su jornada en el despacho, lidiando entre papeles y sus sueños de una vida que no alcanzo a vivir, con la única y soberbia esperanza de llegar a su casa ,abrir la puerta y verla a ella, Lucia, la mujer que poco a poco le dio y le quito tanto; sin embargo, esos eran solo recuerdos, los días en el despacho eran cada vez más largos, los sueños eran reproches de un pasado que no terminaba de pasar y un presente que llego muy pronto, el llegar a su casa solo significaba descansar unas cuantas horas, tener las mismas conversaciones y probar los mismos labios.
Llego al despacho indispuesto,más que de costumbre, se encerró en su oficina a escuchar sus discos de acetato que rehusaba a actualizar por aquello de las manías, las llamadas iban y venían , sin embargo, Don Federico como lo llamaban sus empleados, no estaba para atender a nadie el día de hoy, «debe ser uno de esos días» –dijo entre dientes su secretaria , mientras que los demás solo afirmaron lo dicho con un leve movimiento de cabeza que lo decía prácticamente todo, salió de su oficina como todos los días a almorzar al restaurante italiano de la esquina. «Don Federico, un placer como siempre, pase su mesa esta lista» así lo recibió Juan, que era el mesero que llevaba trabajando más en el restaurante de lo que tenía el mismo restaurante de existir «Gracias, Juan, tráeme el plato de ella, hoy me siento algo nostálgico» respondió Federico sin mucho afán mientras se encaminaba hacia la mesa, se sentó como habitualmente lo hacía , en la mesa de la terraza, con la mejor botella de vino que el restaurante podía costear, un cigarro para la digestión, mientras miro extrañado ante el hecho de que no tenía una llamada o tan siquiera un mensaje a los más de mil medios que ofrecía la tecnología de hoy en día para comunicarse, «debe andar de compras o con sus amigas» pensó Federico, mientras saboreaba el humo que se mezclaba en su garganta junto al vino, pago su cuenta, se despidió mientras caminaba hacia afuera, Juan dijo a doña Ana, la cajera del lugar, » Pobre hombre, sus días se vuelven más grises con el pasar del tiempo»
Llego al despacho, pasaron un par de horas más, Pregunto a su secretaria si tenía alguna llamada personal, a lo que ella sin querer mirarlo a los ojos le dijo que no, miro el reloj como con una duda y siguió con su día, le dijo a todo el mundo en el despacho que se fueran antes de tiempo, él se quedó solo, constantemente revisando su reloj y celular, luego de terminar con las tareas en su agenda, tomo las llaves del vehículo y se marchó a casa , atrapado una vez más en el horrible tráfico de San José, se empezó a cuestionar donde se había metido ella todo el día, que ni tan siquiera había recibido una llamada. Al llegar a su casa, encontró una casa fría y oscura, prendió las luces, la busco entre las paredes sin éxito, llego a su habitación, encendió el noticiero de las 10:00 de la noche, tan puntual como siempre, donde explicaban el caos vial que existía en todo el casco metropolitano a causa del enorme hueco que había obstruido la vía principal de tránsito, trataba de conciliar el sueño, dé repente sintió la mano de ella, de dedos delgados y cálidos sobre su no tan juvenil cabellera, justo lo que necesitaba para caer sumergido en un profundo descanso, pero sus intentos de poner su mente a descansar y dejarse seducir por ese tranquilizante y suave toque se veían interrumpidos por el sonido de los acalorados testimonios de las personas frustradas por la ineficiencia del gobierno, para poder atender el problema de este hueco que había paralizado el país, «¿dónde estuviste hoy todo el día?, te extrañe» – le pregunto Federico a Lucia entre balbuceos, » Pues acá he estado, donde siempre voy a estar, sabes que cada vez que me extrañes acá estaré» se escuchó la voz de Lucia, mientras los dedos cálidos inducían aún más al sueño, pero cada vez más fuerte el sonido de la televisión y el descontento de la gente interrumpía esa paz momentánea , aun con sus ojos cerrados , logro encontrar con sus manos el control del televisor, lo tomo con su mano derecha y dejo que su memoria táctil lo guiara hacia el botón de apagar, sin embargo aun así el sonido del televisor estaba aún funcionando, «por eso es que no se puede confiar en la tecnología , falla cuando se le necesita» – dijo Federico mientras se ponía en pie, sintiendo su cuerpo lento y pesado, busco el botón de apagar en la parte posterior del televisor y lo apago pero aun así no funciono, con algo de enfado agarro el cable de electricidad y lo desconecto abruptamente, pero aun así el sonido persistía. Con el sonido de fondo del noticiero a pesar de que el televisor estaba apagado, fue en ese preciso instante donde miro a su alrededor y se percató de lo que sucedía, comprendió que esta no era su realidad , que no era más que un sueño, que el sonido del noticiero provenía del televisor que estaba encendido en su habitación en ese mundo que algunos llaman real , al despertar volvería a ese mundo, al mundo del caos vial, del despacho y las responsabilidad que consumían su vida, los sueños y metas que dejo pasar, por miedo o falta de oportunidad, a una realidad que aunque estaba anuente de todo eso, aunque deseaba huir de todo y permanecer en el sueño, por el simple hecho de que al volver a esa realidad, Ella, Lucia, la de los dedos delgados, dulce voz ,la que le dio todo y le dejo nada más que recuerdos, la de las manos suaves y cálidas, la mujer que había dejado de añorar y extrañar en la realidad , al despertar, ella ya no estaría más.