Odio Que Sea Tan Perfecta…

Odio su bendita sonrisa, usualmente, solo con eso me basta, tanto es así, que acá estoy frente a el teclado, escuchando a «The Shins» de fondo y escribiendo sobre ella. La realidad es que la odio desde mis entrañas, odio su sonrisa, así como odio cada uno de sus rasgos simétricamente perfectos, odio su cabello y como cae sobre su lado izquierdo, odio esa mueca que hace cuando trata de concentrarse, odio que la tenga tan presente, odio que exista, odio su risa tan contagiosa, su buena vibra, su aura, odio que cualquier cosa que diga suene tan interesante, odio tener que rebuscar temas para hablar con ella, odio que las canciones sin sentido, ahora lo tengan. Ahora que lo pienso mejor, lo que más odio es que esta no es la primera vez y como he aprendido, no será la última.

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Seamos honestos, tratar de escapar de esto, es como escaparse de una reunión familiar en pleno diciembre (con todo y «yo no olvido al año viejo») es casi tan imposible como negar la certeza de saber que esto me ha de volver a pasar una vez más. -“Mientras no lo diga en voz alta, todo bien” – “el escribir acerca de esto no cuenta como una confesión” y cuantas otras mentiras me siga repitiendo, solo para tratar de evitar el tangible hecho de que ella existe y yo también, que ella está ahí y yo acá, de negar el irrefutable hecho de que odio que sea tan perfecta. Odio esa existencia, no por lo que es, sino por lo que conlleva, lo que significa, es un pedazo de mi vida, un fragmento de mis días, esos minutos de poca productividad mental, donde mis neuronas se ven saturadas por pensamientos irreales, por situaciones fantasiosas. Dónde mi realidad, deja de ser mía, donde mis pensamientos se convierten en los de un adolecente deseoso de atención y aprobación “míreme, acá estoy

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Y no, no es ella la causa, por que llamarla culpable seria achacarle una condena a un crimen del cual no tuvo parte y si, no es ella, porque la respuesta más obvia nunca es la correcta, así que no, no es ella, tampoco es otra, o la siguiente, o la que aún no conozco o la que nunca llegará, a esa también ya la odio, odio a esa que no existe y esa que está presente, odio el concepto, la idea, odio la utopía, la esperanza y la falta de ella. Así que tranquila, no se sienta aludida, porque usted no es la causa de absolutamente nada, no es la razón de todo, su sonrisa, su cabello y su existencia no tienen influencia alguna en mí y este texto es el vivo ejemplo de ello.

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